Capítulo 1 ¿Por qué ellas hoy son más y ellos menos?: hacia un marco analítico de la densidad sindical por sexo

“Working women needs unions, and unions needs working women: today, union labor force is union working women”

Desde finales de 1980, la reestructuración productiva, desregulación de los mercados de trabajo, la internacionalización y los altos niveles de desempleo tuvieron profundas implicancias en la participación laboral y sindical de las mujeres. A la luz de estos fenómenos, se produjo un evidente crecimiento de las mujeres en el mercado de trabajo, destacando su participación en el sector servicios y el empleo a tiempo parcial. Ahora bien, gran parte de la literatura especializada ha puesto su atención en los factores antes mencionados abordándolos como erosionadores del sindicalismo, pasando por alto que estos cambios coinciden con el creciente protagonismo que las mujeres han ganado en los sindicatos a nivel mundial: hoy, más que nunca, hay más mujeres en los sindicatos, y la diferencia de sindicalización entre hombres y mujeres ha desaparecido en gran parte de los países del mundo.

El presente capítulo busca llenar ese vacío examinando el impacto de estos determinantes -la reestructuración productiva, los ciclos económicos y los cambios institucionales en las relaciones industriales- sobre el mercado laboral y los sindicatos, pero poniendo especial énfasis en por qué esto podría haber afectado a las mujeres trabajadoras y su relación con los sindicatos. Ante la evidente convergencia hacia la feminización de la sindicalización, se plantea la tesis antes mencionada: las mujeres trabajadoras necesitan a los sindicatos y, a su vez, los sindicatos necesitan a las mujeres trabajadoras. Hoy en día, la fuerza laboral del sindicalismo es la mujer, y lo que ha llevado a las mujeres hacia la organización sindical tiene que ver más con la ubicación que las mujeres han comenzado a ocupar en el mercado laboral (i.e su predominancia en el sector servicios y en empleos flexibles) y en cómo el sindicalismo les sirve como motor para canalizar sus demandas, por como también ocurre que los sindicatos han necesitado de esta nueva fuerza de trabajo para mantenerse vivos.

En consecuencia, la estructura argumentativa de la tesis formulada en esta investigación retoma los elementos recién mencionados a partir de un análisis empírico y teórico de: (1) cómo se evidencian los cambios y diferencias de densidad sindical entre los países a partir del año 1960 hasta la actualidad, como una forma de contextualización general de los cambios recientes en el capitalismo y los sindicatos; (2) planteamiento de factores como los ciclos económicos que, en parte, han permitido explicar los crecimientos sindicales; (3) abordando determinantes como los cambios en la estructura productiva y la composición de la fuerza de trabajo, debido a que no solo son factores que trataron el declive sindical, sino que también son la base para entender cómo se altera el ambiente para la organización de las mujeres en el trabajo; (4) se puntualiza cómo los cambios en la densidades sindicales presentan divergencias en la última década, siendo esto explicado a partir de las diferencias institucionales en los países. Abordar estas relaciones, sobre todo a razón de cómo ha afectado a la densidad sindical femenina, es esencial en tanto estas teorías, si bien han sido limitadas al momento explicar la sindicalización de las mujeres, sí han tenido respuestas satisfactorias al entendimiento de los patrones de densidad sindical, al menos, de los países centrales. Como consecuencia de ello, el capítulo concluye indicando esta ausencia en el análisis de la densidad sindical por sexo, exponiendo algunos estudios empíricos que han sido la excepción a la regla. A partir de esta discusión, se propone un marco analítico para la densidad sindical por sexo, proponiendo una hipótesis de por qué la feminización de la sindicalización ha emergido en algunos países y en otros no.

1.1 Una perspectiva histórica y comparada de la densidad sindical en el mundo

Entre los distintos países del mundo los porcentajes de trabajadores que forman parte de una organización sindical presentan diferencias abismales (ver Figura 1.1). Así mismo, esta densidad sindical, en un mismo país, contrasta notablemente entre los distintos periodos de su historia.

Figura 1.1: Densidad sindical en países OCDE para último año (2016). Fuente: Elaboración propia en base a ICTWSS (2019) con el último año de densidad sindical registrado para cada país.

La literatura sobre la densidad sindical ha observado tres grandes movimientos históricos del fenómeno. El primero es un periodo de auge de la sindicalización, que tiene sus orígenes en los finales de la Gran Guerra y, su apogeo y crisis, a inicios de los años setenta, con la crisis del petróleo, el fin de la convertibilidad del oro y las movilizaciones obreras y estudiantiles del 68 [Silver (2003); Traxler, Blaschke, y Kittel (2001); Tronti, 2001]. Las bases de este crecimiento sindical se encuentran en los grandes compromisos de clase a nivel institucional que sostuvieron los sectores organizados de las clases medias y obreras, con representantes del capital y gobiernos de corte socialdemócrata (Korpi 2018). Esto, en el marco de un desempeño económico virtuoso que permitía conciliar crecientes demandas salariales y transferencias en servicios sociales con óptimas tasas de acumulación e inversión . Es durante este periodo que historiadores y economistas buscaron explicar este crecimiento sindical, principalmente poniendo el foco en macro determinantes como los ciclos económicos, tales como la inflación y el desempleo.

El segundo, es un periodo de drástica caída de la sindicalización (Western 1995) y de la actividad huelguística (Shalev 1992), cuyas raíces han sido identificadas en los procesos de globalización (Wallerstein y Golden 2000) y reestructuración de los procesos productivos (Jenkins y Leicht 1997), que generarán cambios y presiones sin precedentes en la organización del trabajo durante las décadas de 1980 y 1990. En este periodo emergerán modelos que se centrarán en estudiar las determinantes de la densidad sindical a nivel estructural, ya sea en factores como la estructura productiva o la composición del empleo.

Por último, desde los años dos mil se identifican grandes divergencias entre y dentro de los países (Visser 2019), lo que lleva a observar dispares procesos de organización y movilización entre sectores de la clase trabajadora. Así, coexisten teorías que insisten en evidenciar una convergencia hacia un declive sindical producto de la neoliberalización económica (Baccaro y Howell 2011), junto a otras teorías que identifican resultados distintos como procesos de revitalización sindical (Frege y Kelly 2004)y ascensos de la conflictividad laboral en industrias y regiones particulares del sistema mundo (Silver 2003). Siguiendo y ampliando este argumento, la presente investigación sostiene que es discutible si existe o no una convergencia hacia la feminización de la sindicalización: mientras la densidad sindical de los hombres se encuentra estancada o en franca retirada, la feminización sindical toma protagonismo, e invita a una relectura de aquello que parecía finalizado.

Figura 1.2: Densidades sindicales por continente (1960-2020). Fuente: Elaboración propia en base a ICTWSS (2019)

En la Figura 1.2 se pueden observar los tres periodos de aumento, crisis y divergencia en los países centrales, como los son los de Europa Occidental y Estados Unidos. Entre 1960 y 1980, a excepción de los Países Bajos y Francia, gran parte de Europa presenta un aumento en su densidad sindical. La misma tendencia puede ser identificada en países de otros continentes, como es el caso de Canadá y Nueva Zelanda. A finales de 1980, con la introducción del neoliberalismo e internacionalización de las relaciones laborales, la tasa de sindicalización declinó sin discriminación: en los cuatro países nórdicos (Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca) esta disminuyó de un 90% a 68%; en Europa continental del Oeste (Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, España y Suecia) de 43% a 24% (Visser 2019). Un ejemplo muy claro es Nueva Zelanda: a inicios de la década de 1960, el país bordeaba una sindicalización de un 45,8%, a 1980 llega a 69%, y en menos de 10 años el país pierde en densidad sindical todo lo que había ganado en los años precedentes. Evidentemente, este análisis no es igual al introducir naciones pertenecientes a continentes como Sudáfrica, Asia, América Latina y Europa del Este. La periodización clásica se torna confusa y los tres grandes movimientos de la densidad sindical dejan de ser claros. Por un lado, podremos notar que, en Asia, las trayectorias son disímiles en el sentido que, si bien Rusia e Israel siguen la tendencia de Europa Central, países como China viven un auge en la sindicalización durante 1980 y posterior a la crisis del 2008. Por otro lado, países latinoamericanos como Chile y Argentina muestran un auge en la sindicalización al menos hasta la década de 1980 – hasta el año 1973 en el caso chileno -, pero luego se suman a la tendencia de declive generalizado que se vive en países como México, Brasil y Estados Unidos.

Pero, ¿qué ocurre específicamente con la sindicalización femenina? Conocidos son los estudios que sugieren que las mujeres tienen aversión a los sindicatos, debido a que, por un lado, estos son incapaces de promover sus “intereses de género” (Greene y Kirton 2006; Sinclair 1995; Walters 2002), y por otro, las mujeres tendrían actitudes menos militantes y de confrontación que hombres, por lo que el sindicalismo no sería un espacio para ellas (Tomlinson 2005). Las causas estén o en la organización sindical o en las actitudes de las mujeres, lo cierto es que en gran parte las investigaciones han consensuado que la menor participación de las mujeres en los sindicatos está atravesada también por el declive del sindicalismo.

Sorprendentemente, ésta es una tendencia que se ha revertido. A partir de los años 2000, nuevas oportunidades han comenzado a emerger en la organización de los trabajadores: en diversos países no solo hay más mujeres en los sindicatos, sino que también la sindicalización femenina ha ido en alza respecto a la masculina - lo que llamaremos “feminización del sindicalismo”. Efectivamente, en la mayoría de los países son los hombres quienes tienen, en términos absolutos, una mayor participación en los sindicatos (Schnabel 2013; Visser 2015) pero esto se produce en la medida que es mayor es su participación en la fuerza de trabajo.

Sin embargo, y como anunciábamos al inicio de esta investigación, si controlamos por la participación en el mercado laboral, podemos notar con creces que, a nivel mundial, las mujeres han aumentado su densidad sindical. De los 25 países en las gráficas, 14 de ellos muestran una feminización del conflicto laboral (Figura 1.3): : Australia, Canadá, Chile, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Islandia, México, Nueva Zelanda, Noruega, Rusia, Suecia y el Reino Unido. Mientras que, en los países restantes, se puede evidenciar que, si bien la densidad sindical femenina no ha superado a la masculina, sí han disminuido notablemente las brechas de sindicalización por género -como es el caso de Estados Unidos- y/o la sindicalización masculina ha ido a la baja. El rápido avance de la feminización del sindicalismo, combinado con la caída de la sindicalización masculina, es probablemente la “mayor y más profunda transformación en el sindicalismo” (Visser 2006, 47).

Evolución de la densidad sindical por sexo, países feminizado. Fuente: Elaboración propia en base a encuestas de hogares e ICTWSS (2019)

Figura 1.3: Evolución de la densidad sindical por sexo, países feminizado. Fuente: Elaboración propia en base a encuestas de hogares e ICTWSS (2019)

Evolución de la densidad sindical por sexo, países feminizado. Fuente: Elaboración propia en base a encuestas de hogares e ICTWSS (2019)

Figura 1.4: Evolución de la densidad sindical por sexo, países feminizado. Fuente: Elaboración propia en base a encuestas de hogares e ICTWSS (2019)

Incluso, en algunos de los países donde se ha feminizado la densidad sindical -la participación de las mujeres en el sindicalismo, en relación con su participación en la fuerza de trabajo- también se ha feminizado la proporción sindical -la participación de las mujeres en los sindicatos, en relación con el total de sindicalizados.

Proporción de mujeres y hombres en los sindicatos, 2011. Fuente: Elaboración propia en base a replicación de ILO (2011)

Figura 1.5: Proporción de mujeres y hombres en los sindicatos, 2011. Fuente: Elaboración propia en base a replicación de ILO (2011)

La feminización del conflicto laboral es una profunda transformación que, tal como muestran las cifras, parece no referir a una variación particular de sólo un país: si bien Suecia de 1983 inauguró el fenómeno y luego le siguió el Reino Unido, la gran mayoría de los países evidencian este cambio en los años 2000, coincidentemente cuando se comenzaron a sentir los efectos de la desindustrialización. Así también, dista de ser una alteración con pronto retorno, puesto que las cifras muestran que la tendencia o se ha estabilizado -como en Reino Unido y Suecia- o incluso, ha aumentado la brecha de sindicalización por género a favor de las mujeres -como en Chile. Ahora bien, ¿cómo se pueden explicar estos patrones de densidad sindical por sexo?

1.2 Determinantes cíclicos del crecimiento sindical: un análisis del empleo y los salarios

“In general, workers are more likely to support unionization when the union organizer can promise a high wage and a small employment loss.” (Borjas 2016)

Los primeros estudios sobre los factores que indicen en la densidad sindical partieron de la mano con Commons et al (1918) y Perlman (1928) quienes, desde una perspectiva histórica, analizaron la emergencia y dinámica de los sindicatos en relación a las condiciones económico-sociales que se producían a finales del siglo XIX. A partir de ese mismo interés, pero con más precisión, desde la mitad de siglo XX, el funcionalismo se preguntó por las causas del crecimiento de la densidad sindical (Dunlop 1948; Shister 1953), poniendo especial énfasis en los efectos económicos que la Gran Depresión (cf. Davis 1941) , la Gran Guerra (cf. Olson 1965) y el New Deal (cf. Bernstein 1954) podrían tener en la razón que tendrían los trabajadores para sindicalizarse. En consecuencia, en la época surge un gran paradigma que analiza las causas de la densidad sindical a partir de nociones del rational choice. Estos enfoques se formalizan en teorías de la demanda y oferta por sindicalización, donde la demanda supone que los trabajadores buscan maximizar utilidades y en donde el sindicalismo provee de beneficios y sanciones (incentivos) para la organización. A partir de ahí emergen dos grandes hipótesis: por un lado, las teorías de conciencia en el trabajo plantearán que la densidad sindical crece debido a las malas condiciones de empleo (Perlman 1928); mientras que, por su parte, las teorías del control laboral proponen que, en tiempos de auge, la sindicalización aumentará si los sindicatos controlan los despidos y contrataciones (Olson 1965).

Las teorías que tomaron la delantera son las últimas, y con el aumento de la inflación durante 1970, comenzaron a mostrar más evidencia de la existencia de un carácter procíclico entre la densidad sindical y los ciclos económicos, es decir, a tiempos de auge más sindicalización.

Series de tiempo de densidad sindical y tasa de empleo según continente (1960-2020). Fuente: Elaboracion propia en base a ICTWSS (2019) y OCDE (2020)

Figura 1.6: Series de tiempo de densidad sindical y tasa de empleo según continente (1960-2020). Fuente: Elaboracion propia en base a ICTWSS (2019) y OCDE (2020)

De manera descriptiva, la Figura 1.6 reporta evidencia del carácter procíclico de la densidad sindical, esto es, en momentos de prosperidad y crecimiento del empleo la masa de sindicalizados aumenta. Es decir, contrario a las teorías que plantean que en momentos de mayor deprivación económica los trabajadores propenderían a organizarse sindicalmente, existen algunas pautas consistentes que indican que el crecimiento de la densidad sindical es procíclico (Calmfors et al. 2001, 19; Riley 1997). En gran parte de los continentes del globo la tasa de sindicalización y empleo siguen la misma tendencia de variación, a excepción de Latinoamérica, que presenta una evidente densidad sindical contracíclica.

En estos modelos de demanda y oferta por densidad sindical, las variables del ciclo económico consideradas fueron: salarios reales, inflación, crecimiento del empleo y nivel de desempleo. Las variables del ciclo económico consideradas por la literatura de este periodo son principalmente salarios reales, inflación, crecimiento del empleo y nivel de desempleo. Bain y Elsheikh (1976) muestran para Suecia, Estados Unidos, Australia y el Reino Unido, evidencia de una relación positiva entre salarios reales y densidad sindical, lo que ha sido interpretado como producto del llamado ‘efecto de crédito’, es decir, un alza en los salarios puede hacer que los trabajadores se sindicalicen si imputan tales ascensos a la acción de los sindicatos y esperan que apoyándolos les vaya aún mejor en el futuro. A su vez, la inflación ha sido incorporada por su ‘efecto amenaza’, es decir, puede hacer que los trabajadores se sindicalicen cuando los precios suben, para así defender su nivel de vida (Ashenfelter y Pencavel 1969; Bain y Elsheikh 1976). A su vez, ambos estudios muestran una relación positiva respecto al cambio en el empleo, interpretada como un aumento en la fuerza de trabajo disponible para la actividad sindical y una disminución de la amenaza de sustitución ante la presencia de mercados laborales más expandidos - o en palabras de Wright (2000), un aumento en el poder estructural de mercado. En relación al punto del desempleo, Bain y Elsheikh (1976) muestran que existe una relación negativa entre la desocupación y la densidad sindical, lo que traducen los autores en que mayores niveles de desempleo pueden influir en la pérdida del poder de negociación de los trabajadores frente a los empleadores -por las razones indicadas previamente-, haciendo menos atractivo el sindicato. En contraste a esta evidencia procíclica, se reportan dos tendencias contradictorias: la primera apunta al desempleo, pues un crecimiento de éste puede implicar también un aumento del descontento de los trabajadores, llevándolos a unirse más a sindicatos (Ashenfelter y Pencavel 1969, 437);la segunda tendencia prueba la hipótesis del ‘efecto de saturación’, donde a medida que mayor sea la proporción sindicalizados, más difícil será aumentar la afiliación sindical; no obstante lo anterior, también se produce el ‘efecto aplicación’, donde a mayor densidad sindical previa, los sindicatos se ven con más capacidad de persuasión (Bain y Elsheikh 1976).

Como se puede notar, uno de los principales problemas radica en que los modelos cíclicos principalmente interpretaron sus resultados en términos de la decisión individual de los trabajadores (Schnabel, 2013a), tratando de formalizar las hipótesis de sus modelos entablando un correlato con la demanda por sindicalización, donde los individuos decidirían en base a beneficios y costos que éstos interpretarían en base a la performance macroeconómica. En consecuencia, los cambios en la afiliación sindical habrían sido analizados más como cambios en la propensión a la sindicalización de los individuos que como cambios en la densidad sindical de los países. En esa línea, Visser (1990) indica que al interpretar el crecimiento de los sindicatos como la agregación de la decisión individual de los trabajadores, el papel de agentes macroeconómicos como los grupos empresariales, los sindicatos y el Estado pueden ser subestimados. A su vez, Schnabel (2002) indica que estos modelos no pueden explicar las diferencias de densidad sindical entre los países, tanto en los distintos niveles como en su transformación, en parte porque no consideran explicaciones estructurales e institucionales de los países para identificar sus diferencias (cf. Freeman y Medoff 1984; Disney 1990; Stepina y Fiorito 1986; Armingeon 1989; Schnabel 1989).

Si bien estos enfoques tuvieron un importante potencial al momento de explicar el auge sindical, fueron profundamente ciegos al género. Los estudios de la época indicaron una relación negativa entre el sexo y la densidad sindical, principalmente centrado en que las mujeres eran una fuerza de trabajo temporal o que representaban el segundo ingreso de sus hogares (Kornhauser 1961; Moore y Newman 1975, 436). Solo Scoville (1971), Kessler-Harris (1975), y más tarde, Sutton (1980) rechazan estas hipótesis mostrando evidencia que si bien en términos agregados las mujeres tienen menos membresía sindical, si se considera la participación en la fuerza de trabajo tienen la mismas probabilidades que los hombres. Ahora bien, es posible notar que no existe una respuesta en los mismos términos que la densidad sindical general (i.e considerando variables como salarios o desempleo) al porqué la densidad sindical de mujeres es más baja que la de hombres para la época, y solo Sutton (1980) que esto es producto de factores institucionales discriminatorios.

Solo con el auge de la sindicalización femenina a finales de 1980, aparecen investigaciones que muestran evidencia de la relación cíclica entre la tasa de empleo y sindicalización femenina (Boston y O’Grady 2015). Con las crisis económicas ocurridas durante la década de 1980, una forma de mitigar la pobreza producida en los hogares por la disminución de salarios reales y aumento el desempleo masculino, Killingsworth y Heckman (1986) señalan que las mujeres aumentaron su participación en el empleo sustituyendo el trabajo doméstico por el trabajo en el mercado. Debido a esto, las mujeres aumentaron su potencial de sindicalización pues no son una fuerza de trabajo transitoria Humphries y Rubery (1988) . De hecho, Milner (2017) indica indirectamente que con la crisis financiera del 2008 esta hipótesis se intensificaría: hasta entonces se había creído que la mujer servía como ejército de reserva durante las crisis - tal como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial- , y en consecuencia no sería fuerza de trabajo durable y menos aun afiliable al sindicalismo (p.192). Pero más bien lo que pasó durante la crisis del 2008 es que, por un lado, las mujeres a largo plazo aumentaron su participación en el empleo a través de trabajos con menores salarios y más flexibles (Karamessini y Rubery 2013; Humphries y Rubery 2010) – como modo de amortiguar la crisis -, y por otro, aumentaron también su participación en el sindicalismo. No existe evidencia sobre porqué esto produciría más afiliación, controlando por el aumento de la participación laboral femenina. Ahora bien, a razón de que se involucran a más mujeres durante las crisis para reducir costos laborales, es posible que esto se exprese en reducciones salariales y deregulación de jornadas, y con ello de igual manera desagravios entre las asalariadas (Cox et al. 2007, 719). En consecuencia, la presente hipótesis contiene elementos procíclicos y de las teorías de la conciencia del trabajo para las teorías de densidad sindical generales:

\(H_{1}\): A corto plazo se espera que, en periodos de alto aumento del desempleo, el desempleo masculino aumentará y el de mujeres disminuirá. Así, las mujeres aumentarán su sindicalización debido a que el aumento de su empleabilidad estará asociada a puestos precarios y con brechas salariales altas, lo que, en consecuencia, las llevará a sindicalizarse como un modo de resguardar sus condiciones laborales. Finalmente, una disminución en el desempleo femenino feminizará la densidad sindical debido a la inclusión de más mujeres en los sindicatos, pero también a la salida de los hombres de éstas por el aumento de su desempleo.

1.3 Determinantes estructurales del declive sindical: el efecto de la globalización y desindustrialización

A partir de 1980, la densidad sindical sufre un quiebre respecto a su tendencia al alza de los años anteriores, sobre todo, debido a los procesos de desindustrialización y cambio tecnológico, que producen una reorganización de la producción (Jenkins y Leicht 1997) y circulación del capital (Streeck 2010), lo que tuvo como consecuencia la erosión de las bases tradicionales del movimiento obrero (Silver 2003). A partir de estos años, la estructura económica y la composición de la fuerza de trabajo transitará desde una estructura productiva industrial, principalmente dominada por hombres, hacia una de servicios, en donde las mujeres comienzan a tener un mayor protagonismo en la fuerza de trabajo.

En la figura 1.7 se puede observar el cambio, a nivel mundial, en las estructuras económicas de los países, resaltando el crecimiento del sector servicios en todas las regiones, llegando a más del 50% de los ocupados ; la desindustrialización progresiva de Europa y Asia del Este desde los años noventa; la industrialización de Asia del Este y Pacífico, y África, después de los años dos mil; y la baja generalizada del sector de la agricultura. En solo 20 años el sector servicios creció cerca de un 15% tanto en países OCDE como en economías en vías de desarrollo (World Bank 2020)

Empleo según sector económico por continente (1990-2019). Fuente: Elaboración propia en base a Banco Mundial (2020) y estimaciones de ILO (2019)

Figura 1.7: Empleo según sector económico por continente (1990-2019). Fuente: Elaboración propia en base a Banco Mundial (2020) y estimaciones de ILO (2019)

Participación en el trabajo asalariado y empleo parcial según sexo a nivel mundial (1960-2020). Fuente: Elaboración propia en base a OECD (2020)

Figura 1.8: Participación en el trabajo asalariado y empleo parcial según sexo a nivel mundial (1960-2020). Fuente: Elaboración propia en base a OECD (2020)

Como se puede evidenciar en la Figura 1.8, entre 1960 y 1980, las cifras indican que el ingreso importante de las mujeres a la fuerza , que, si bien en los años venideros fluctúa considerablemente, ya en 1980 se observa una tendencia ascendente. Ahora bien, esta tendencia estructural de cambio evidencia diferencias importantes en el globo: entre 1980 a 2010 se dio un aumento en promedio de 54% a 71% de participación femenina en el empleo, mientras que en América Latina la variación se dio desde 41,2% a 49,9%. (cf. Goldin y Katz 2016; ILO 2010, 29). Ya para el año 2000, un 85,1% de las mujeres ocupadas estaban concentradas en el sector servicios (ILO 2004). Las ocupaciones desarrolladas en el sector financiero, comunicaciones, salud, servicios sociales y comunitarios y administración pública se fueron feminizado , mientras que las mujeres se fueron sub-representando en el sector industrial (Gálvez 2001, 66). Con esto, se quiere apuntar que las mujeres tienen un patrón diferenciado de ingreso al mercado laboral, donde, si bien, la participación laboral femenina ha aumentado, el acceso -en general- ha sido limitado tipo de trabajos que se concentran en el sector servicios, en empleos de bajos salarios y con jornadas flexibles sin seguridad social malas condiciones de trabajo y ausencia de protección social. De hecho tal como nos muestra la Figura 1.9 el trabajo part time sigue siendo más prevalente en mujeres que en hombres a nivel mundial (Fagan et al., 2015). El informe de Panorama Laboral (ILO 2018) de la OIT muestra que 68 de los 73 países estudiados presentan una feminización del trabajo part time, junto con que el 14% de las mujeres empleadas son a tiempo parcial, mientras que los hombres solo un 7%. Así también, menos de la mitad de las mujeres tiene algún empleo a tiempo completo, mientras que más de un 75% de los hombres empleados trabajan a tiempo completo.

Distribución sexual del empleo parcial a nivel mundial (1960-2020). Fuente: Elaboración propia en base a OECD (2020)

Figura 1.9: Distribución sexual del empleo parcial a nivel mundial (1960-2020). Fuente: Elaboración propia en base a OECD (2020)

Con los cambios antes indicados, la literatura de densidad sindical cambió su enfoque. Básicamente, los estudios se centraron apuntar cómo estos cambios en la composición y condiciones del empleo erosionarían al sindicalismo, particularmente fundamentado en cómo, por ejemplo, las mujeres y los trabajadores a tiempo parcial, tendrían menos propensión a sindicalizarse (Ebbinghaus, Göbel, y Koos 2011). Bajo este esquema, una serie de estudios se enfocaron en analizar las causas del declive sindical en los distintos países (Wallerstein y Golden 2000), bajo un enfoque de determinantes estructurales de la sindicalización (Schnabel 2002; Ebbinghaus y Visser 1999). La literatura estuvo centrada principalmente en factores medidos transversalmente y que se reducen a características sociales de quienes participaban en sindicatos y quienes no (eg. edad, sexo, raza y educación), y por ello, más que modelos de densidad sindical referencian a modelos individuales de propensión u oportunidad de membresía sindical [cf. Scoville (1971); Bain y Elias (1985); Groot y van den Berg (1994); Fitzenberger, Haggeney, y Ernst (1999)). Sin embargo, un número no menor de estudios abordaron de manera agregada los cambios en la estructura productiva (véase Figura 1.7) y en la composición del empleo (véase Figura 1.8 y 1.9 principalmente a través de variables asociadas a la tercerización y feminización, indicando que estas producirían una merma en el poder de los trabajadores.

En primer lugar, según Polachek (2004) el declive sindical está influenciado por tendencias de cambio en la estructura industrial. Una serie de investigaciones apoyan esta proposición indicando que, si la proporción del sector económico de servicios aumenta en desmedro del manufacturero, la densidad sindical va a disminuir (Blaschke 2000; Lee 2005; Polachek 2004; Carruth y Schnabel 1990 para Alemania; Farber y Western 2001, para Estados Unidos). Si bien se ha indicado que esta variable no es significativa (Brady, Beckfield, y Zhao 2007; Blanchflower y Bryson 2009; Charlwood y Haynes 2008; Fitzenberger, Kohn, y Wang 2011; Vachon, Wallace, y Hyde 2016) con técnicas más avanzadas se comprueba que el crecimiento del sector servicios tendría un efecto negativo sobre la densidad sindical bajo el argumento de que en el sector terciario los sindicatos tendrían más dificultades para reclutar socios por las condiciones flexibles de trabajo a las que se enfrenta (Traxler 1999; Wrigley y Lowe 2010). Del mismo modo, el aumento de la proporción de empleados en el sector público ha sido interpretado como un factor que aumenta la densidad sindical, bajo el entendido de que los costos de sindicalización para empleados (como despidos y represalias) son menores en este sector (Schnabel, 2003), y por lo mismo la densidad sindical es más alta en este sector Ebbinghaus y Visser (2000). De hecho, Kirmanoğlu y Başlevent (2012) muestran evidencia para 24 países donde si el empleo público aumenta en el tiempo, la densidad sindical también aumentará4.

En segundo lugar, si crecen los grupos que se espera que tengan menor adhesión a la fuerza de trabajo –y por tanto, sean más difíciles de organizar (Ebbinghaus, Göbel, y Koos 2011; Schnabel y Wagner 2007; Visser 2006)-, , es probable que la densidad sindical descienda. Otro argumento desarrollado indica que si los grupos menos “militantes” con el sindicalismo crecen, esto es, grupos que no pertenecen a la base obrera tradicional como las mujeres, el sindicalismo irá en declive [Sinclair (1995); Tomlinson (2005)). Los estudios más recientes apuntan a cómo el aumento de las mujeres, proporción de extranjeros y empleados atipícos como los trabajadores a tiempo parcial e informales disminuyen la densidad sindical (Visser 2012, 2006; Ebbinghaus, Göbel, y Koos 2011; Schnabel y Wagner 2007).

Empero, las explicaciones estructurales hasta aquí expuestas nuevamente se enfocan en razones individuales (eg. grupos con menor disposición militante a la sindicalización) para explicar el declive de la sindicalización a nivel agregado. El problema no es puramente formal: gran parte de los estudios de densidad sindical indica una relación negativa con el ‘ser mujer’, y con ello el aumento de la membresía sindical -controlando por su mayor participación en el mercado- no podría ser entendida. Esta misma limitante ocurre en otros contextos donde no necesariamente los cambios en la estructura económica y la composición de la fuerza de trabajo produjeron un impedimento a la organización sindical (Schnabel 2013), incluso apareciendo nuevas tendencias donde no declina la sindicalización sino que emerge la ‘tercerización del conflicto laboral’ (Kocsis, Sterkel, y Wiedemuth 2013).

En cierto sentido los estudios de Haile (2016) para Inglaterra son de los pocos de este tipo que nos permitirían entender por qué la sindicalización se feminiza. Desde 1980, la fuerza de trabajo femenina ha aumentado notablemente de la mano con la expansión del sector servicios, cambiando significativamente la composición de género de sectores. La literatura plantea que esto puede producir que la estructura sindical, con la incorporación de mujeres, se va a ver enfrentada a un antagonismo con la estructura tradicional sindical dominada por los hombres, y por ello podría ocurrir también un ‘escape’ o exit de los miembros masculinos (Haile 2017). En la suma y resta esto podría producir la feminización de la densidad sindical pues si más mujeres entraran a la estructura sindical robustecida por mujeres, más hombres se irán de la organización al verse menos representado en estas organizaciones.

Una forma de aproximarnos a nivel de los países a este fenómeno es viendo el efecto que tiene el crecimiento de sectores que están feminizados, como el sector servicios; o el crecimiento de empleos feminizados, como el empleo part time. En consecuencia, se explora si el crecimiento de variables asociadas al empleo pink collar (i.e mujeres trabajadoras de los sectores servicios, de empleos flexibles y con bajos salarios) producen una mayor feminización de la densidad sindical. Esta hipótesis exploratoria es plausible, sobre todo, a la luz de la convergencia entre: (1) la tendencia hacia la feminización del empleo remunerado ha ido al alza, (2) el sector servicios y empleo par time5 ha ido en expansión -siendo este la principal inserción de las mujeres, (3) la ‘tercerización de los conflictos laborales’ (Kocsis et al., 2013) y (4) feminización densidad sindical, lo que para Artus y Pflüger (2015) es como sumar uno más uno plantear alguna hipótesis sobre la relación entre la feminización de los conflictos laborales y estas tres tendencias (p.93)

\(H_{2}\): Con el crecimiento de los sectores económicos feminizados, como el sector servicios, a largo plazo se producirá un cambio en la estructura sindical que, por un lado, va a producir un aumento de la densidad sindical femenina y por otro una salida o ‘escape’ de la membresía masculina. En conclusión, la sindicalización se feminizará.

1.4 Determinantes institucionales de la densidad sindical

Si bien los últimos 20 años la densidad sindical ha disminuido en 38 de los 53 países a analizar (Tabla 2.1); en 12 naciones la sindicalización ha aumentado o se ha mantenido igual en los últimos años. De hecho, en tendencias a largo plazo en solo 5 de cada 9 países han disminuido su densidad sindical -1960 a 2019 . Con esto, la evidencia es clara en que desde los años 2000 existe una divergencia de trayectorias sindicales entre los países estudiados. Mientras en algunos países la densidad sindical mantiene su declive, en otros se estanca y, en otros, sorpresivamente aumenta (Figura 1.2). A su vez, no solo se han diferenciado diferencias temporales (Figura 1.1). Investigaciones recientes han constatado patrones diferenciados en la densidad sindical entre países anglosajones y del Europa Occidental (Schmitt y Mitukiewicz 2012; Visser 2006; Scruggs y Lange 2002; Checchi y Lucifora 2002): por un lado, encontramos países con densidades sindicales bajo un 12% (Francia, Corea del Sur, Estados Unidos) mientras que, en otros, encontramos países con afiliación sindical por sobre el 60% -Finlandia, Suecia, Dinamarca, etc.

Tabla 1.1: Variación de la densidad sindical en países de estudio (1960 a 2018)
Décadas
País 60-70 80-90 2000-hoy
Argentina 0.555
Australia -0.031 -1.219 -0.381
Austria -0.454 -0.679 -0.608
Belgium 0.631 0.041 -0.211
Brazil -0.029 0.168
Bulgaria -2.925 -0.439
Canada 0.285 -0.141 -0.145
Chile 7.775 0.027 0.351
China 0.217 2.431
Colombia -0.500 0.181
Costa Rica -0.049
Croatia -0.996
Cyprus -1.325
Czech Republic -6.203 -0.972
Denmark 0.927 -0.102 -0.425
Estonia -13.241 -0.621
Finland 1.906 0.385 -0.814
France 0.031 -0.498 -0.038
Germany 0.033 -0.499 -0.464
Hong Kong, China 0.969 0.260
Hungary -1.070
Iceland -0.156 1.215
India 0.210 0.093 0.793
Indonesia -7.730
Ireland 0.640 -0.974 -0.494
Israel -7.061
Italy 1.317 -0.737 -0.030
Japan -0.031 -0.467 -0.277
Korea, Republic of 0.461 -0.255 -0.068
Latvia -0.502
Lithuania -0.219
Luxembourg 0.285 1.342 -0.714
Malaysia -0.412 -0.129
Malta 0.675 -1.033
Mexico -0.487
Netherlands -0.267 -0.650 -0.378
New Zealand 1.218 -2.364 -0.243
Norway -0.240 -0.130 -0.193
Philippines 0.022 -0.137
Poland -3.315 -1.094
Portugal -0.664 -0.168
Romania 0.264
Russian Federation -2.561 -2.120
Singapore -0.736 -0.446 0.352
Slovak Republic -6.081 -1.382
Slovenia -2.993 -1.275
Spain 6.558 -0.681 -0.208
Sweden 0.778 0.525 -1.345
Switzerland -0.163 -0.351 -0.209
Taiwan, China 0.938 0.741 -0.028
Turkey 2.340 0.494 -0.054
United Kingdom 0.541 -1.037 -0.348
United States -0.449 -0.304
Fuente: Elaboración propia en base a ICTWSS (2019)



Una de las dificultades que implícitamente se ha abordado hasta ahora, es que los análisis de series temporales y comparados han tenido poca capacidad de integración. Schnabel (2013) puntualiza que este problema ha sido abordado considerando en el análisis factores institucionales tales como: contexto de las relaciones industriales, legislación laboral y las orientaciones sociopolíticas de los gobiernos. De este modo, los estudios que abordan los determinantes de los cambios en la densidad sindical, han apuntado a los marcos institucionales de los países para poder entender sus dinámicas y diferencias. En primer lugar, Checchi y Visser (2005) y Visser (2006), indican que, si bien el desempleo tiene un efecto negativo sobre la densidad sindical en el corto y largo plazo, esa relación puede ser puesta en duda en los países en donde se provee de seguridad al desempleo (Brady, Beckfield, y Zhao 2007; Blanchflower y Bryson 2009; Charlwood y Haynes 2008; Fitzenberger, Kohn, y Wang 2011). De hecho, Ebbinghaus, Göbel, y Koos (2011) en un estudio multinivel apuntan a que los sistemas Ghent explican por qué la densidad sindical crece a pesar de que los niveles de desempleo pueden ser mayores, comprobando lo que previamente ya Olson (1965) había hipotetizado con su teoría del control del trabajo. El argumento principal radica que en países donde el desempleo está protegido por políticas sindicales, las personas buscarán sindicalizarse a modo de resguardo ante posibles periodos de receso económico (Ebbinghaus y Visser 1999; Olson 1965; Rothstein 1992; Western 1997), mientras que, en países donde ese tipo de protecciones no existe o no son controladas sindicalmente, el desempleo sigue su impacto ya reseñado. De manera similar, Scruggs y Lange (2002) encuentran evidencia de que las estructuras centralizadas de negociación colectiva producen una mayor sindicalización precisamente en escenarios donde los salarios reales disminuyen, como una forma de resolver el conflicto salarial entre capital y trabajo.

Un tercer punto analizado - y más controversial- tiene que ver con la globalización: la apertura del comercio, mayor movilidad de flujos de capital y el aumento de inversión extranjera han sido interpretadas como factores que socavan la densidad sindical (Golden, Wallerstein, y Lange 1995; Ebbinghaus y Visser 2000). Wallerstein y Golden (2000) indicaron que un aumento en la globalización, medido en aumento de importaciones, disminuye la densidad sindical debido a que la globalización empuja a las economías nacionales a “una carrera hacia el abismo” (Silver 2003) produciendo efectos negativos sobre las condiciones de los trabajadores (Stiglitz 2002; Rodrik 2011) y haciendo más difícil su organización. La competencia entre las nacionales llevó a implementar formas de trabajo flexible para reducir los costos laborales, entre ellas, el empleo parcial y la externalización. (Western 1997) y (Blaschke 2000) reportan que políticas de apertura del comercio y aumento de la inversión extranjera disminuyen la probabilidad de sindicalización, sobre todo a partir de 1980. Sin embargo, un análisis multinivel de 18 países, Brady, Beckfield, y Zhao (2007) encuentra evidencia de que estas variables no tienen un efecto significativo si se controla por variables del ciclo económico, tal como lo realizan Scruggs y Lange (2002).

Estos resultados muestran que, factores asociados a la globalización y financiarización (eg., aumento de importaciones, crecimiento del sector servicios, movilidad del capital) fueron puestos en duda debido a que los resultados distan de ser iguales en todos los países (Brady, Beckfield, y Zhao 2007). Por un lado, las teorías de la convergencia plantean que a partir de 1980 todos los países han tendido hacia una trayectoria neoliberal evidenciada en desregulación y reconversión institucional, lo que trae como resultado una debilidad generalizada en los sindicatos y un declive en el conflicto industrial, expresada en un descenso de la densidad sindical (Baccaro y Howell 2011, 529)

Por otro lado, teorías del corporativismo (Crouch 1993), o más recientemente, teorías de las variedades del capitalismo (VoC) plantean que existirán distintos resultados a la globalización debido a que estos dependen del marco institucional en el cual se desarrollan estos cambios (Hall y Soskice 2001). El enfoque VoC indica que en economías coordinadas de mercado (CMEs) el marco institucional favorecerá la afiliación sindical, en la medida en que se busca asegurar el reconocimiento de los trabajadores. Más específicamente, Thelen (2001) muestra evidencia de que la densidad sindical en países CMEs es más alta a pesar de los altos niveles de desempleo, en contraste con los países anglosajones asociados a LMEs.

En la misma línea, las teorías neo-corporativistas indicarán que, en sistemas en donde se promueve la coordinación salarial tripartita -sindicatos, empresarios y gobierno-, la densidad sindical también aumentará (Western 1997; Ebbinghaus y Visser 1999; Brady, Beckfield, y Zhao 2007; Hechter 2004). Las teorías de los recursos de poder también apoyarán estos supuestos (Korpi 2018): países donde se producen condiciones más amigables para los sindicatos, como, por ejemplo, ante la presencia de gobiernos de izquierda, se promoverá relaciones laborales ‘pro-trabajador’ y por ello, la afiliación sindical no se verá mermada con políticas que restringen o dificultan la participación sindica (Brady, Beckfield, y Zhao 2007; Korpi 2018; Wallerstein 1989; Western 1999)

Para América Latina el puzle entre factores cíclicos, estructurales e institucionales debe ser mirado con detención. Principalmente, existe un gran vacío de estudios sobre los determinantes de la densidad sindical en el continente, más aun, considerando sus factores a nivel macro. Ahora bien, siguiendo el esquema de VoC, Schneider (2013) propone una tipología para América Latina que consiste en un sistema de relaciones laborales jerárquicas y segmentadas cuyos resultados destacan la baja cobertura de la negociación colectiva, sindicatos débiles cuantitativa y cualitativamente y una gran fuerza de trabajo informal.

Figura 1.10: Densidad sindical y salario mínimo real coordinado según tipo de país. Fuente: Elaboración propia en base a ICTWSS (2019), OCDE (2020) y definiciones de Hall y Soskice (2001)

La Figura 1.10 muestra la posición de cada uno de los países según su densidad sindical y el salario mínimo real (en USD$) que lograron coordinar para el último año. Como se puede identificar, existe una clara agrupación según tipo de países a partir de los salarios que logran coordinar –siendo los más altos en CMEs y más bajos en LMEs– y la densidad sindical que estos países tienen en la actualidad.

Tal como ocurre con la sindicalización en general, la feminización de la densidad sindical ha ocurrido en algunos países y en otros no. Si bien una parte de ello se podría deber a las diferencias que presentan entre los países en términos de la participación del sector servicios o las tasas de desempleo, es de esperar que la feminización de la densidad sindical esté asociada al marco institucional en el que se desenvuelven las relaciones laborales. Howell (1996) indica que la negociación de salarios mínimos y protección del trabajo es uno de los elementos más importantes para entender la relación entre mujeres y sindicatos. A simple vista no es una cosa tan distinta para los hombres, pero Rubery y Fagan (1995) plantean que aspectos asociados a la negociación como la cobertura a negociación colectiva es un aspecto institucional relevante para la densidad sindical femenina (p.521): hasta los 80 los sectores económicos que en términos de empleo habían sido tradicionalmente dominados por las mujeres (i.e sectores informales), no tenían derecho a la negociación colectiva, y negociaban principalmente a través de Consejos de los Salarios. A través de estos mecanismos de diálogo salarial, las trabajadoras no tenían necesidad de sindicalizarse, mientras que cuando empiezan a tener participación más directa en empleo formal la extensión -o no- de derechos colectivos pasa a ser un factor relevante para determinar los niveles de sindicalización. Conectando con la discusión anterior sobre la tipología de países, se ha dicho que en los países de economías coordinadas poseen mayor extensión de beneficios colectivos, en contraste con países liberales.

\(H_{3}\): Las instituciones laborales como la coordinación salarial y la extensión de la negociación colectiva mediarán el efecto del aumento de la participación laboral y desempleo femenino, en la medida en que, si la participación laboral femenina aumenta y no hay presencia de coordinación salarial ni extensión de beneficios, más mujeres se sindicalizarán de modo de mejorar sus condiciones de trabajo. Es decir, es esperable que en economías liberales se esté produciendo una feminización de la sindicalización.


  1. Esta variable debe ser mirada con detención. En primer lugar, tal como señala Schnabel (2013) (2013) dista de ser una variable con tendencia estable en la medida en que en muchos países primero aumentó el empleo público con la expansión de los Estados de Bienestar, pero posteriormente, disminuyó con la privatización y la desregulación. A su vez, en países como Chile, los empleados públicos no tienen derecho a sindicalización por lo que son excluidos de las tasas de densidad sindical.↩︎

  2. Con el avance de las mujeres, los sindicatos también se han abierto a sindicalizar más empleados a tiempo parcial. Las estimaciones de la OECD (2017) muestra que un 16,7% de los empleados en las economías desarrolladas trabajan part-time, siendo un 70% de ellas mujeres. La participación de los empleados parciales en el sindicalismo aumentó con una variación en un 2% anual (2016 a 2018), pero que si bien es lento la brecha se vuelve cada vez más pequeña.↩︎